Estrasburgo 2008: cuando la privacidad se convirtió en tema global

En octubre de 2008, mientras muchos aún pensaban que Internet er... marco internacional, porque los datos ya no conocían fronteras.

Un encuentro con aire de urgencia

El evento reunió a representantes de más de 30 países y 150 instituciones públicas y privadas, con la participación de la entonces directora de la Agencia Catalana de Protección de Datos, Esther Mitjans. La sensación general era que hacía falta una cooperación internacional mucho más fuerte. ¿El motivo? Que los datos personales circulaban cada vez más rápido gracias a la globalización y a las nuevas tecnologías, y las leyes nacionales se estaban quedando cortas.

Uno de los mensajes más repetidos fue: “la protección de datos no puede depender solo de normas locales”. Si alguien publica tu información en la otra punta del planeta, de poco sirve que tu ayuntamiento o tu estado tengan buenas leyes.

Temas candentes: menores y datos sensibles

En la conferencia también se puso sobre la mesa la protección de los menores, un colectivo especialmente vulnerable porque muchas veces no son conscientes de los riesgos de exponer datos personales. Se reclamó más supervisión y, sobre todo, más educación en este ámbito: no basta con poner normas, hay que enseñar a los chavales cómo cuidar su privacidad.

Otro punto caliente fue el de los datos sensibles: salud, orientación sexual, creencias religiosas… Toda esa información requería, y requiere, un trato especialmente cuidadoso. El riesgo de discriminación o mal uso era (y sigue siendo) muy alto.

Europa quería liderar el debate

La conferencia de Estrasburgo también fue una forma de mostrar que Europa quería liderar la conversación global sobre privacidad. En aquel momento, todavía no existía el RGPD, pero ya se veía la necesidad de un estándar más sólido y aceptado internacionalmente. Se recordaba incluso la Declaración de Montreux de 2005, otro hito en la cooperación entre países, como base para seguir avanzando.

La idea era clara: si los países no unían fuerzas, las empresas y gobiernos que no respetan la privacidad acabarían marcando las reglas del juego.

Transparencia y confianza

En el fondo, todo se resumía en esto: la gente tenía derecho a saber cómo se usaban sus datos y a poder confiar en que estaban protegidos. Sin confianza, el sistema digital no funcionaría. Por eso, Estrasburgo 2008 insistió en que hacía falta más supervisión independiente y más control ciudadano.